jueves, octubre 18, 2007

Rosaura a las diez.

Hola, ¿sí? Hola, hola.

Bueno licenciado, lo que explicaba no tenía demasiado sentido mañana. Verá, es que cada día que pasa se descuenta un día, entonces somos años negativos, nacemos al revés hasta que morimos y somos polvo y de repente nuestros bisabuelos nos asan.

Inesperadamente cayó una de las luces del escenario. Katharina se agitó, mientras vió ese pañuelo con labial rojo callendo. Rosaura... tenía que ser Rosaura. Es que él, cuando la penetraba dulcemente embebía su cuerpo en los senos perfumados de ella. Pero entonces Rosaura. Pero entonces que nos ve, cómo él iba más adentro hasta que ya no le quedaba aire, como ella la miraba fijamente y fijamente es como caía la lágrima por el rostro de Rosaura.

Ella sabía. Eran las 10.

Pero tampoco pudo llorar. No pudo llorar el otro día en el que sintió aquel abatimiento y cayó en el piso y se tomó los tobillos, cerrando sus párpados. No pudo llorar porque ¡Maldita sea! su ser entero era de lágrimas.

¿Qué quieres para que me quieras? ¿Mi silencio? ¿Mi cuerpo mudo? Quizás mi estela borroneándose en el viento... Es que aunque no lo supiera... aunque ella evanesciera en un suspiro y entonces, entonces no tendría sentido saber cuanto necesitaba abrazarlo.

Katharina se lo dijo.

Convertirse en ese despojo gris de cadáveres hinchados por el agua putrefacta.

Y allá en el medio la rosa de él.

Rosaura entendió.

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