Bueno, esto es algo más o menos sencillo excepto que en este momento mi cerebro lo está haciendo lo más complicado ever. A su vez, si no fuera que ahora estoy bajo los efectos de sememuevenlasletritas no podría razonarlo. Porque no habría con que contrastar. Eso sí se entiende (creo).
Supongamos que la vida diaria fuera un estado de LSD. Así, todos los días y a toda hora LSD. La vida que nosotros concebimos como diaria, es decir, la que sería diaria si el LSD no fuera diario, sería como estar de cocaína pero sin el efecto positivo de la cocaína, algo así como un bajón de cocaína pero que encima tenga el dinamismo de la cocaína… sumado a mucho odio por el prójimo. Ahora bien, si recambiáramos el estado cocaínomaco diario por el estado de LSD podríamos convivir en armonía con todo el mundo siempre y cuando no haya que cruzar la Panamericana. Ahí cagamos.
Pero, a su vez, tendríamos el conflicto de lo que denominamos “acostumbramiento”. ¿Con qué contrastaríamos un diario estado lisérgico si no tuviéramos como? O, precisamente, si pudiéramos contrastarlo con la cocaína y esa fuera nuestra mecánica. Probablemente habría muchos más cocainómanos. La verdadera cuestión que se debate es, ¿Por qué tomar cocaína si la vida tiene mucho de cocaína? Y a su vez, si la premisa se deduce de “Tomé LSD entonces se me ocurre que la vida tiene mucho de cocaína pero si no tomé LSD no puedo deducirlo” entonces: Dios no existe.
¿Cómo llegamos a esto?
Si Dios existiera, nuestra vida diaria, todos los sonidos, todos los colores, olores, sabores, texturas, belleza que irradia el mundo cada segundo en cada resplandor, que se pinte una lágrima al escuchar Dancing with Kadafi, que nos sintamos inmersos en la sutil marea que desborda los límites de la concepción de belleza… eso, eso, me largo a llorar, es muy hermoso este tema.
Pero a lo que iba: Si Dios existiera estaríamos todo el día, biológica y automáticamente, de LSD.
¡No tiene sentido! ¿Por qué hay que tomar medio cartón impregnado de dietilamida del ácido lisérgico para sentir esto? Por qué no puedo, yo, tomar la decisión de manipular mis neurotransmisores, a cualquier hora, en cualquier momento del día, cual perfecto sistema de juego de Los Sims al que le ponés “Rosebud” y así, como si nada, tenés 50.000 simsleons.
¿Quién diseñó el sistema de la vida?
Porque ahí tenemos una falla gravísima de los programadores.
De hecho, deberíamos de tener un autodiseño tan importante como para poder manipular estructuralmente nuestros polos y equilibrarlos a gusto. Por ejemplo “eat me” y de repente me hago –así- de chiquita. Pero eso dura ¿cuanto? He aquí el problema filosófico segundo: somos así por tiempo indeterminado.
¿Pero ser así no es muy abarcativo?
Porque, por ejemplo, yo sé que “soy así” relativo a “situación x” pero a su vez tampoco puedo saber con certeza lo que implica la situación x y prever mi comportamiento y.
No, ¡basta!
Ahora se me vienen fórmulas matemáticas a la cabeza.
Y necesito saber la teoría de la relatividad *YA, ACA Y AHORA* o le lamo las tetillas a mi gato.